El maná del Mundial no ha caído para todos. Las huelgas de conductores de autobús o vigilantes de seguridad han escenificado la frustración de quienes aseguran que no están cobrando lo que les prometieron y que están haciendo muchas más horas de las que constan en su contrato. En el caso de la subcontrata de seguridad, los trabajadores han sido despedidos uno por uno y la Policía y el Ejército se ha hecho cargo de todo en determinadas sedes del Mundial. A miles de kilómetros de distancia, el otro día contábamos en qué circunstancias se fabrica el famoso ya balón Jubilani.
Tampoco los vendedores ambulantes se están pudiendo aprovechar de la llegada de turistas y forofos a Ciudad del Cabo. Se ha vetado su presencia en el “Paseo del Aficionado”, que conduce hasta uno de los principales estadios. Casi todo lo anterior fue previsto por el documental Farenheit 2010, del director Craig Tanner, que un usuario de Bottup resumió hace meses.
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