domingo, 8 de marzo de 2009

Control del estrés y de las emociones ante situaciones violentas en el personal de seguridad /escoltas


Una de las aptitudes necesarias e imprescindibles para las personas que trabajen en la seguridad, policías, escoltas, personal de emergencias, etc., es la capacidad de controlar el estrés y las emociones en situaciones violentas, realidad en la que crónica y circunstancialmente se verán envueltas. De hecho, verdaderamente sabremos si estamos o no preparados para afrontar esas situaciones, si somos capaces de mostrar esa aptitud. En otras palabras, es la prueba de fuego a la que tarde o temprano deberán someterse. Por eso, a la vez que se entrenan las habilidades físicas, la defensa personal, la rapidez en el manejo de las armas, etc., es necesario entrenar las habilidades mentales, pues las unas se deben apoyar en las otras y viceversa, y el conjunto de todas ellas conforma el perfil de un completo y verdadero profesional en este sector. Pero eso sí, al igual que se entrenan las habilidades físicas con un instructor profesional, las habilidades mentales deben ser dirigidas por un licenciado en psicología, que impondrá las pautas a seguir en cada entrenamiento mental. ¿Que pasaría si un escolta (un médico, un policía…) que ha estado estudiando y preparándose para desempeñar su labor profesional se viera bloqueado mentalmente o perdiera el control sobre sí mismo ante una situación violenta? Simplemente que los años de estudios no le habrían servido para nada.
Los dos tipos de habilidades requieren un entrenamiento, no obstante, en este artículo nos detendremos en las habilidades mentales, y en lo que más nos afecta, el autocontrol en situaciones de estrés.


EL ESTRÉS NO SIEMPRE ES NEGATIVO


La labor del personal de seguridad consta de dos partes diferenciadas: la vigilancia y la actuación defensiva. Cada una de ellas requiere un estado de tensión emocional específico. La vigilancia implica un estado de alerta continuado, requiere la suficiente tensión para estar al tanto de lo que ocurre alrededor, pero no tanta como para caer agotado en poco tiempo. La vigilancia se extiende durante varias horas y el personal de seguridad ha de saber administrarse. En cambio, la actuación defensiva conlleva un elevado nivel de estrés pero se resuelve de manera más inmediata.
En las líneas anteriores se utiliza la palabra estrés, aunque en el caso que nos ocupa poco tiene que ver con el trastorno que sufren muchas personas en nuestra sociedad. El estrés es una respuesta corporal que todos experimentamos, y muy a menudo. Es la manera que tiene el cuerpo de prepararse ante una situación que puede poner en riesgo su vida. El control mental ofrece la posibilidad de manejar el nivel de estrés experimentado para adecuarlo a la demanda de las circunstancias. La importancia de este control radica en que cuanto más se eleva el nivel de estrés, menor es la capacidad cognitiva y podemos acabar siendo esclavos de nuestra emoción, lo que puede acarrear graves consecuencias.
Aunque la respuesta de estrés es estereotipada, cada persona la expresa de forma distinta en relación con cada uno de los tres componentes que la caracterizan: el fisiológico (reacciones físicas de ansiedad), el cognitivo (pensamientos ansiógenos y preocupaciones) y el motor (inquietud, desplazamiento sin objetivo…). El análisis individualizado de estos parámetros resulta indispensable antes de iniciar cualquier entrenamiento de control mental, ya que indicará cuales son las herramientas psicológicas más adecuadas para una persona en concreto.


EL CONTROL MENTAL


1. Control fisiológico


Las técnicas de control fisiológico son las conocidas técnicas de relajación. Sin embargo, la necesidad de aplicarlas en un contexto estresante requiere una práctica intensa, con el objetivo de aumentar o disminuir en segundos la tasa cardiaca, la respiración o la tensión muscular (entre otros) mientras se sigue prestando atención a la circunstancia demandante.
La mejor combinación para acceder a un óptimo control fisiológico son las técnicas de relajación muscular (tipo Jacobson) junto a las que incorporan Insight (Schultz).


2. Control cognitivo-emocional


Uno de los objetivos principales del control mental es evitar realizar actos movidos por la emoción y no por una decisión razonada. Las conductas emocionales pueden acarrear graves consecuencias. El entrenamiento cognitivo a través de técnicas como la parada de pensamiento, la inoculación de estrés o la reestructuración cognitiva permiten el anclaje del objetivo y la redirección de la emoción en el sentido y con la intensidad que más interese.


EL DESARROLLO DEL CONTROL MENTAL


Adquirir la capacidad del control mental, como el aprendizaje de cualquier otra disciplina, requiere tiempo y práctica constante. En un principio es conveniente que sea guiado por un psicólogo especializado en este tipo de técnicas, ya que es indispensable un buen estudio de la persona y de sus necesidades.
Existen tres variables que condicionan el tipo de entrenamiento que se le aconsejaría a una persona. La primera de ellas es la propia personalidad y respuesta corporal a una situación estresante. ¿Se colapsa y se queda en blanco o responde airada y violentamente sin medir la proporción de sus actos? ¿Su cuerpo se acelera, su cara se enrojece y le tiemblan las manos? Estas pueden ser unas posibles expresiones ante el estrés que, a todas luces, son negativas para un buen profesional de la seguridad pública o privada. Le reportarán más problemas que beneficios.
La segunda variable es el momento personal. Las personas no tenemos un nivel de energía constante y los motivos de su variación son muy heterogéneos, desde problemas de salud hasta cambios meteorológicos o ciclos vitales. Por otra parte, las demandas personales pueden llegar a ser muy agotadoras, un divorcio, la enfermedad de un hijo, dificultades económicas… o, sin ser tan extremistas, un cúmulo de gestiones de cierta entidad que han de atenderse a un tiempo. Puesto que el estrés es una respuesta a una demanda del medio exterior que consideramos excesiva para nuestra capacidad, en los momentos más delicados, el cuerpo responderá con mayor virulencia al mismo estímulo ante el cual se ha visto competente en otras ocasiones.
El tercer factor es el propio estímulo estresor. Se requerirá la especificación de las situaciones a las que la persona tiene que enfrentarse. No aplicaremos las mismas técnicas ante un estresor de poca intensidad pero de efecto continuado en el tiempo que ante uno puntual pero agresivo (recordemos aquello de la vigilancia frente a la actuación defensiva). ¿Es sorpresivo o podríamos anticiparnos? ¿En qué medida la persona es sensible a ese estímulo? ¿Es más importante el momento previo o le afecta especialmente la vuelta a la calma?
Tras el estudio exhaustivo de estas tres variables en la persona se ofrecerían diferentes objetivos y, una vez seleccionado éste, se definiría el proceso de entrenamiento adecuado. Para conseguir afianzar la técnica es imprescindible la colaboración del individuo y su concentración al cien por cien en la tarea, ya que implica una importante exigencia mental. Los resultados no son inmediatos, pero una vez conseguidos se convierten en un arma de seguridad siempre disponible.
Daremos ahora unas breves directrices para el primer y el tercer factor, ya que, por lógica, el segundo no se podría trabajar en un curso de adiestramiento mental para personal de seguridad, sino que se trataría a otro nivel y de forma independiente.
Para poder experimentar el colapso mental, las respuestas airadas, la aceleración de las pulsaciones, el aumento de la presión arterial o la progresión de la acción violenta es fundamental e imprescindible estar en buenas condiciones físicas (como indicamos en otro artículo, es una cualidad que deberá estar ligada a la vida personal del profesional de este sector) y manejar técnicas físicas que provoquen esos síntomas, primero a un nivel medio y cuando se llega al final del entrenamiento a un nivel máximo, recreando escenarios variables y progresivamente más violentos, lo más reales posible, en los que el individuo se meta dentro de su papel hasta el punto de creérselo, y donde el psicólogo y el instructor puedan valorar que verdaderamente el individuo está en cada momento y circunstancia viviendo el papel asignado. Sin duda, es una de las técnicas más eficaces para lograr un buen entrenamiento de estas capacidades y llegar al control del estrés y de nosotros mismos.
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Esther Laso Esteban.- Psicóloga IPSE.- http://www.ipse-psicologia.com/

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